JESSICA - Operación billetes

Relato:      Jessica
Número:    07
Episodio:   Operación billetes
Género:     Novela negra

Tras sus gafas oscuras de sol observa cuanto ocurre a su alrededor pero lo hace por pura curiosidad, se siente totalmente relajada en la piscina del hotel, tendida sobre la toalla blanca que cubre la hamaca de vivos colores. Hace sólo unas horas que llegó y aún se siente impregnada de los acontecimientos de los días pasados, sonríe por ello pensando en sus éxitos, todo le va saliendo según lo previsto, nadie viéndola es este instante podría imaginar de lo que es capaz. Cada reto que se ha impuesto lo ha superado con precisión y acierto, ahora, cualquiera la confundiría con una simple turista deseosa de sol y de pasarlo bien.
En España le facilitaron un nombre, un domicilio y un teléfono… suficiente. Llamó y la voz aguda de su interlocutor le sorprendió negativamente, - Nadie con una voz así puede jugar limpio, se dijo, pero quedó en verle, se citaron en un bar, allí tomaron el primer contacto, luego juntos se desplazaron en coche hasta la oficina de él, era un hombre menudo, con sonrisa perenne, ojos vivos y achinados. Cuando llegaron a la oficina a ella le sorprendió el orden y la limpieza de las dos dependencias de que constaba. La conversación en todo momento fue concisa, ninguno de los dos estaba allí para perder el tiempo con formalidades sociales, ella hizo un aparte y al regresar le entregó al hombre un pendrive, éste lo instaló en su ordenador y tan pronto apareció la primera imagen el gesto de su cara quedó algo congestionado, era un brillante, con delicada talla y de un precioso tono azulado, de 120 quilates. En cada una nueva imagen que aparecía el gesto del hombre era más concluyente, no sobrepasó la cuarta, miró a la joven y le dijo escuetamente, - No trabajo estos artículos, superan mi capacidad. La joven no cambió un ápice su expresión, simplemente preguntó - ¿Conoces a quien lo haga?. El otro puso un gesto extraño, como previendo repercusiones, después masculló, - Aquí no, en la capital conozco a alguien que puede, pero no estoy seguro. Al final le facilitó la información precisa para localizarlo. 
Los dos siguientes días se los tomo de solaz, nada parecía poder alterar su estado de ánimo, la piscina, el gimnasio, unas copas por la noche, moscones a su alrededor, gesto de suficiencia, algunos valientes dispuestos a plantarle cara, al final le acompañaba tan sólo una soledad adherida a su piel como una sombra fija.
En esta ocasión no hizo llamadas, se dirigió directamente a la dirección del especialista, no le fue difícil dar con él, pero tuvo que pasar por dos filtros previos antes de ponérselo frente a frente, su aspecto denotaba cierto nivel, era de mediana edad, bien trajeado, gesto educado, fondo de mirada gris acerado, sonrisa impuesta y voz impersonal. Igualmente con él ella hizo un aparte y volvió con el pendrive. El hombre estaba advertido, su gesto no cambió, pero ella se apercibió de un cierto temblor en su mano izquierda, a modo de tic nervioso. En el pendrive llevaba sólo parte de la mercancía pero incluso ésta al hombre le resultaba excesiva, le dijo que podría intentarlo con las dos piezas principales, pero que habría mediadores de por medio, o sea que el precio no sería el esperado. Salió con la certidumbre de la dificultad que llevaría implícito la operación, decidió que allí no estaba su cliente. 
Debía coger el primer vuelo para Los Angeles - California, seis horas más tarde estaba en el aeropuerto dispuesta para salir. Los vio aparecer a lo lejos, el hombre con quien había hablado antes venía acompañado por otro hombre entrado en años, grueso, que portaba un maletín y llevaba un sombrero con el ala caída hacia la cara. Se le dirigieron directamente con clara intención, ella no hizo un gesto, se sentaron a su lado, era obvio que le habían estado siguiendo todo este tiempo, no le importó. El hombre del sombrero se quito éste a modo de deferencia y se presentó como Matías Santos, a continuación le expuso sin tapujos que podría hacerse cargo de la mercancía, la cuestión del precio lo hablarían una vez sus técnico procedieran a una valoración pericial del producto, se manifestaba con confianza y seguridad, - A éste seguro que no le temblará nada de llevarse a cabo la operación, pensó. Sólo permitió una copia de la imagen del brillante, para que ésta pudiera ser analizada por sus expertos, en caso de conformidad y una vez formalizada la operación inicial se proseguiría con el resto. Ante su sorpresa desde allí mismo el Sr. Santos envío la imagen y quedó a la espera, minutos después éste tenía un informe conciso y concreto que mostró a la joven, se podría pagar hasta trescientos mil euros. Ella accedió con el gesto, le pareció suficiente. El otro le aconsejó actuar de igual forma con el resto, se lo pensó tomándose un refresco en la cafetería, volvió y procedieron como antes. El resultado final, un millón doscientos mil euros.
Como había previsto salió con destino a Los Ángeles - California, estuvo tres días, se hospedó en un hotel de lujo, eligió la Suite Princesa, le gustó el nombre, cada noche bajaba en busca de un hombre guapo, los dos primeros subió sola, el tercero encontró al elegido, guapo, algo canalla y de vuelta de muchas cosas, ya en la habitación se aplicaron a fondo, al final éste, incluso se permitió hacerse el macho, ella se lo estaba pasando bien pero aún así le puso la linea, fue tajante y clara, el otro estaba demasiado envalentonado y la cruzó, no hubo otro aviso, extrajo de su bolso un dentado de acero que colocó en su puño y le golpeó en el bajo vientre, después en los riñones, al final le ayudó a vestirse y le dejó marchar. Antes de dormir se miró en el espejo del lujoso cuarto de baño y se dijo, - Que mala eres, después una sonrisa triste se dibujó en su rostro.
Una vez en España las partes fueron cumpliendo el protocolo acordado, la operación se llevó a cabo en la habitación de un hotel de Madrid, una joven inglesa fue la elegida por los compradores para la transacción, ésta se encontraba en la habitación con una maleta de viaje y un ordenador portátil, a través de Internet fue mostrando a los compradores una a una las joyas, que ella le iba entregando, al finalizar la comprobación le hizo entrega de la maleta a Jessica, quien paso los billetes por una contadora y verificadora de autenticidad, después de comprobado, la inglesa se marchó con una bolsa de El corte Inglés repleta de joyas y ella se quedó con la maleta llena de billetes de quinientos euros. Diez minutos después estaba en otra habitación reservada desde dos días antes, en la que trasladó los billetes de la maleta a una mochila y dos bolsas de tiendas de marca. Cuando salió cuatro horas después nadie podría haberla reconocido.

Cogió un taxi hasta la estación de Atocha, donde metió las bolsas y la mochila en una maleta consignada, luego en los vestuarios cambió de nuevo su atuendo y la peluca, aguardo al AVE y volvió a casa.

JESSICA - Instinto pantera

Relato:      Jessica
Número:    06
Episodio:   Instinto pantera
Género:     Novela negra

Tiene altanería, pero no se la crean los demás porque pasa de ellos, sus tacones de aguja son tarima que la elevan y ponen el listón muy alto para los tíos que la miran con deseo, no busca gustar, ahora lleva el veneno de la cobra metido en las entrañas, busca presa, siente el sabor amargo y como se le despierta ese instinto salvaje, sabe que está en trance, que nada le quitara la necesidad hasta que brote la sangre a borbotones y le salpique después de que dé el golpe preciso. Un lamento interno a modo de desenfreno le sube como en arcadas, le excitan los anteriores recuerdos, se envalentona, se le eriza el pubis, se le juntan las nalgas y se le tensan los abdominales, se va transformando en pantera. Ruge en su interior, ya no hay disimulo, deberían estar asustados, pero la miran con embeleso, quizás les atraiga el peligro que lleva, - Ellos sabrán, se dice con una ironía que corta. Mira y observa. Su paso es largo, tenso, endemoniadamente felino. 

Ya le ha visto. Tiene el billete de ida y vuelta en su interior. Le ve y sabe que se siente guapo, se le nota, lo tiene todo a modo de regalo, incluso la corbata tiene ese sello de calidad que le apunta, que le lleva a ser diana, sus zapatos brillan, son de estilo italiano, sus manos están cuidadas, tienen atención diaria, las prendas no le caen se ajustan a un patrón de estilo exigente, no es un dandi, porque él le añade una coherencia que dice que además manda, la autoridad le viene de chequera pero él no sabe distinguir, la tiene de siempre, señala una puerta y esta se abre, cierra la mano y algo se lleva. Él algo intuye, un frío le rozó la mejilla, pudo ser la mirada de ella de lejos. Ha dejado de fumar y siente la falta de ese algo que le agrade, mira su reloj exclusivo de platino, marca una hora precisa, pero no la ve, algo se lo impide, levanta la vista y acierta a verle la mirada, está tan cerca que ésta le atraviesa, tiene que sacar pecho para evitar el parpadeo, el gesto de ella cambia en un mohín sugerente, él debería entonces dar un paso atrás y protegerse, pero no, lo da adelante, la sigue después a corta distancia, vive ahora su estela perfumada y sugerente ¿por qué nada le advierte?, cuando gira en la esquina ya están casi juntos, al volverse el encuentro se produce, ella abre sus labios y él queda expectante, el acercamiento se hace inevitable la fuerza de atracción le impele, la ciñe con sus brazos y siente a la vez, sus labios de fruta y una punzada que le atraviesa las costillas, se queda firme, valiente, ella le apoya sobre la pared y continúa su beso hasta que siente su lamento.

JESSICA - Guante blanco

Relato:      Jessica
Número:    05
Episodio:   Guante blanco
Género:     Novela negra


Embutida en un mono ajustado de color gris oscuro su figura no destaca en la parte de atrás del edificio donde se encuentra, ha subido superando los bajos comerciales y accediendo a una zona intermedia sin uso, lleva varios artilugios sujetos en la cintura de cuero que forma parte del arnés que le cubre el tórax, las zapatillas así como los guantes son de un material muy flexible, también lleva una mochila alargada. Con destreza y agilidad algo felina empieza a escalar el edificio, lo hace de forma metódica y buscando las zonas sin luz, hace infinidad de descansos, en cada uno de ellos se cerciora de que todo va según lo previsto, agudiza los sentidos, su concentración es máxima, sus músculos responden a la perfección, su capacidad de aislamiento le permite no despistarse con nada, tiene la ruta definida pero esto no es óbice para ir haciendo pequeños cambios sobre la marcha, es una forma de ajuste de seguridad y atención añadida. Va realizando sujeciones continuas con cuerdas cortas prendidas a mosquetones que suelta una vez salva el obstáculo, no deja huella alguna a su paso y asciende con garantías. Al llegar a su objetivo, la planta sexta, hace un recorrido por toda la zona de atrás, donde están las habitaciones, comprueba si alguna ventana quedó sin cerrar, no tiene suerte porque todas están fijadas con pestillos, la zona frontal de fachada la ocupa una gran terraza, es su siguiente paso, una vez en ella se quita el mono y le da la vuelta, vuelve a colocárselo del revés que es de un color semejante al de la fachada (que está iluminada), se tapa la cabeza con una capucha de igual tono, el arnés y todo lo demás lo deja bajo cubierto, las zapatillas de cuero las ha cambiado por otras de algodón ligeramente acolchadas, sus movimientos se tornan lentos o rápidos atendiendo a la exposición, su figura además adquiere giros acomodándose a los espacios para pasar más desapercibida. La terraza es muy amplia y tiene diversos elementos decorativos que aprovecha en su camuflaje. Como había supuesto una de las puertas de la terraza no está bien cerrada, lo que le facilita considerablemente el acceso, en caso contrario habría tenido que utilizar otros medios para hacerlo por allí. Vuelve a darle la vuelta a la prenda y se la coloca de gris oscuro, se adentra en la casa sin producir el más mínimo ruido, ahora a la destreza y agilidad une una prudencia extrema, sus movimientos son precisos y lentos, se vale de un sensor discretamente iluminado para apercibirse de los primeros obstáculos, una vez se hace a la oscuridad y al silencio reinante, abre una bolsita que lleva situada en el vientre, saca de ella una ligera linterna con un haz de luz potente y comienza el reconocimiento, es consciente de que ella está en casa, de hecho todo gira sobre esta circunstancia, de no ser así todas las alarmas habrían estado conectadas, ahora sólo estará la del acceso principal a cuya zona no tiene previsto acercarse, sabe que cualquier ruido imprevisto le puede poner en una situación muy difícil.
Localizar el dormitorio le ocupa un mínimo de tiempo, su concentración es admirable, puede percibir cualquier sonido por pequeño que sea, apoya la cara en la puerta y presta atención a su interior, la calidad de insonorización le impide detectar algo, acciona con lentitud el pomo y abre sin producir ningún sonido, deja la apertura mínima para poder acceder, lo hace tomando un sinfín de precauciones, una vez detecta la respiración acompasada de la mujer entra en estado de máxima alerta, pero la tensión le ha bajado considerablemente. El objetivo ya está a su alcance, a partir de ahora todo es más fácil. Hay un pequeño objeto luminoso en su mesita de noche (para algunas personas la oscuridad absoluta es insufrible), a corta distancia ya puede observarla con comodidad, esta dormida profundamente, toda la habitación está impregnada de su perfume pero en esta proximidad éste se acentúa y embriaga, es consciente de que ella no lo va a alterar porque su olor es neutro, con parsimonia saca de uno de los bolsillos una cajita metálica, de ella extrae una esponja húmeda que sujeta con dos dedos, la aproxima con decisión y rapidez a la parte superior de su labio, la mujer la aspira profunda e instintivamente y su ritmo de respiración cambia de forma repentina, con rapidez la devuelve a la cajita y ésta a su vez a su bolsillo, le coloca un casquete a modo de antifaz negro que le cubre media cara, enciende la luz y observa su entorno con una sonrisa fría. A partir de este momento es como una composición sinfónica en la que todo se manifiesta en perfecta armonía, cada cosa está en su lugar adecuado, el nivel de las notas alcanza su plenitud cuando descubre, acciona la apertura del compartimento secreto y aparece ante sus ojos la colección de joyas más valiosa que nunca pudo soñar. 

     

domingo, 23 de noviembre de 2014

La expresividad del fotógrafo ANDREAS H. BITESNICH


                                               

JESSICA - Devenir diario

Relato:      Jessica
Número:    04
Episodio:   Devenir diario
Género:     Novela negra


Está al final del gimnasio, entre máquinas, tiene aspecto resoluto y concentrado, ejercita en press de banca con mancuernas, tiene precisión, nadie le importuna, es la única chica, entre ellos le apodan “la mala”. No suda, alguien contó que una vez sí, al terminar le dijo al encargado - Me voy a duchar, que no entre nadie, las dos duchas quedaron a su disposición hasta que  salió un rato después, nadie osó violar su espacio. Hoy lleva calzona corta, debajo una prenda ceñida que le llega hasta la rodilla, la camiseta de sisa y escote generoso se ajustan haciendo patente su potencial femenino. Usa guantes cortos y toalla grande. Colgado en un gancho próximo está su mono enterizo gris con cintura elástica y cremallera de arriba abajo y su mochila alargada. Aislada, con un resoplar rítmico, sigue su tabla de ejercicios, resaltan sus hombros redondos y su gesto serio, rígido, de pocos amigos. El encargado la conoce bien, es una socia especial, no paga como todos, cuando se acuerda le suelta un billete de diez o de veinte euros… así por las buenas, hace tiempo que perdió el control de su cuenta, para qué, no se atrevería a reclamarle nada. Cuando ella termina se va sin más (en ocasiones a lo sumo levanta una mano a modo de despedida). Sale con la mochila en un hombro, recorre a la carrera la distancia que le separa de su bloque de viviendas que está a unos quinientos metros, al llegar abre el portal con determinación, sube las escaleras obviando el ascensor, llega a la segunda planta y se adentra en su pequeño estudio, coge del frigorífico varias viandas, se prepara también un componente proteico con leche y cacao, se sienta en la cama con un cojín detrás y mientras lo engulle todo, maquina, que hará después. 
Al rato, antes de salir, ya es otra, lleva el pelo suelto, un suéter de cuello alto, un chaquetón ajustado con cinturón, pantalón ceñido y zapatos de tacón alto, tiene una guapura agresiva y directa. Antes de marcharse pone una alarma especial (no suena pero si salta enciende una pequeña luz en la entrada por fuera, le advertirá si alguien entró en su ausencia), después desplaza el espejo del recibidor tira de la clavija y suena un click a la vez que se eleva el adorno de metal que sujeta el felpudo, lo presiona y éste se abre hacia arriba dejando al descubierto una caja en la que guarda de todo, billetes usados de cincuenta euros que colocados perfectamente ocupan el fondo (por un espacio se advierte un grosor de no menos de veinte), encima un revolver, varias navajas automáticas, de las que coge una, a la vez que un fajo de billetes, también hay un rolex de caballero de acero y oro, anillos, un estuche, varias bolas de acero y billetes de dólar de diferente valor. Cierra, sujeta el adorno, pone el espejo y sale.
Tiene el paso vivo y elástico a pesar de los tacones, cuando llega al centro cambia el ritmo, ahora su andar es cadencioso, provocador, marca más dominio que seducción, advierte como los hombres la miran, no pierde ningún dato importante, controla. Una mujer rica baja de un coche de lujo cuyo chofer le abre la puerta e inclina la cabeza con deferencia. La sigue hasta una boutique cercana, desde fuera advierte cuanto hace en el interior, hace su propia lectura, ahora no es la asesina sin piedad, enfrente sólo ve mercancía, sabe donde colocarse para no ser vista por las cámaras internas del establecimiento. Cada gesto suyo y de la empleada, cada prenda, todos son datos que incorpora, incluso la seguridad en si misma delata a la víctima. No ha perdido de vista al chofer, quien busca un aparcamiento cercano e inmediatamente se persona allí, al igual que ella se mantiene fuera pero expectante, tiene complexión fuerte, deduce que además de chofer es guardaespaldas. Es hora de valorar, suma puntos suficientes a su favor, es perfecta. Sale de la escena visual, hace una llamada por un móvil, su gesto se endurece cuando habla, después se suaviza, al final hace un chasquido de complacencia con los dedos. Se posiciona en la distancia y mientras espera se distrae insinuándose a un caballero de mediana edad, éste pronto se muestra interesado, le da pie para que se decida, pero a la vez que éste se acerca comprueba que el chofer siguiendo instrucciones de la señora se vuelve para recoger el coche, entonces le da la espalda al conquistador y se marcha, unos pasos más adelante se vuelve y le sorprende mirándola con el rostro enfadado, le sonríe a la vez que le hace un gesto grosero con el dedo. Para ella ya no existe, toda su atención se centra en el chofer pero sin dejar de mirar a un lado y a otro de forma inquisidora. Una moto se acerca a ella acelerando, frena justo a su lado, quien conduce se quita el casco y se lo entrega mientras se baja, es un joven delgado y con melena corta. No se dicen palabra, ella se coloca el casco, se sube y arranca de inmediato, se posiciona a un lado de la salida del aparcamiento y cuando ve salir el coche le sigue a una distancia prudencial. No se percata de que el caballero de mediana edad al que ha desairado y ofendido no le ha perdido de vista, ahora está a una corta distancia, ella está tranquilamente esperando a que la señora entre en el coche, el caballero se le acerca por el lado y la sujeta por el brazo, la sorpresa inicial da paso a una contrariedad que no disimula, sin pensárselo, con el mismo brazo que el otro sujeta le propina un codazo en plena boca del estómago (imitando al marroquí) pero no se contenta y coge uno de los dos zapatos con tacón que ha colocado delante y le golpea además en la cara con ímpetu. El coche arranca y ella le sigue detrás mientras el agredido cae de rodillas en el suelo.

JESSICA - El negro1

Relato:      Jessica
Número:    03
Episodio:   “El negro”1
Género:     Novela negra


Hace dos semanas que Jessica no aparece por el bar, desde que “el negro” le pegó. El dueño no habla de ello, el hecho todavía está latente, en su lugar un vacío agradecido, cierta sensación de bienestar, sentirse más libre, pero de pronto aparece, es ella de nuevo, su imagen les vuelve al pasado, el miedo les coge de abajo, ella no mira les hiere en silencio, hoy no lleva falda corta, está enfundada en cuero, hasta el taburete suelta un lamento al sentirla, su café con leche está presto, como siempre. Alguien viene de pronto con la noticia, parece que ella la espera, es un repartidor de refrescos, lo suelta sin percatarse de nada, - A “el negro” le rebanaron el cuello ayer, se hace un silencio que duele, una muerte golpea, ésta les sacude a todos, nadie la mira, quien puede atreverse. A ella le vuelve la calma, siente como recobra su espacio, se ríe para sus adentros. 
Recuerda como ayer un confidente que no hablará le puso sobre aviso, ella estaba allí, “el negro” salió de su coche confiado, su cuerpo pesado se perdió entre las calles, era ya atardecido, le dejó ir complacida, a su vuelta ya estaba a la espera, agazapada, las manos enlutadas con guantes, en las entrañas el nudo de la venganza y la sensación de asedio del cazador, cuanto morbo le acompaña, cada segundo cuenta, es un placer untado con hiel que sabe a menta. “El negro” después de mucho, vuelve, se sube al coche y rebufa, está con ganas de romper cosas, suelta un manotazo y el sillón cruje, a ella detrás la sangre le hierve, siente un placer enorme, se prepara, tiene sabor a sangre en la boca, se levanta de improviso y ve como a él se le desencaja el rostro de sorpresa al verla, se le dilatan los ojos, el espacio es pequeño y se siente torpe, ella por el contrario es ágil y ligera, le muestra en segundos el cuchillo largo y afilado, antes de que pueda hacer nada ya tiene el tajo dado, después los manotazos son torpes y aceleran su agonía, ella le mira, “el negro” ya nada le puede decir, en última instancia quizás pensase que nunca debió atreverse con ella. Pero ya es tarde, muy tarde, para ello.

Jessica termina de tomarse el café, su cara no muestra expresión alguna cuando se levanta, al salir, llega a la puerta, se vuelve y mira al dueño, éste retrocede instintivamente. Ya en la calle en su rostro se le encaja una sonrisa fría. Sólo tiene veintisiete años.  

JESSICA - El negro

Relato:      Jessica
Número:    02
Episodio:   “El negro”
Género:     Novela negra



Entra en el bar con los hombros levantados, se apropia un taburete, al sentarse la falda corta deja ver su braguita de algodón con bordes de vello, ni un gesto en su rostro. Diligente, el dueño le sirve su café con leche (que sabe que no cobrará). A ella le calma el sitio, se deja estar, un viejo le mira el interior de la falda, ella le congela la mirada, después un chaval se hipnotiza con lo mismo, a éste le suelta un revés que le coge media oreja, - Heeey, le sale al sorprendido en un quejido. El sol se filtra hiriente por el ventanal marcando la zona central, el resto del local se reserva medioscuro, es pequeño pero hay diferentes espacios, al fondo cuatro hombres mayores juegan al dominó, la radio suena con música variada, huele a café y a lugar cerrado, en la barra de madera hay marcas de bayeta húmeda, Jessica mantiene el cuerpo erguido y las piernas entreabiertas. Está a punto de marchar cuando entra “el negro”, es un marroquí de tez oscura, malencarado, de ojos fríos, corpachón y manos grandes, se apoya en la barra y ocupa tres espacios, en uno de ellos Jessica se mantiene digna, aguantando incluso su empuje, al dueño se le corta la respiración, los demás sienten la sensación de peligro. “El negro” no está acostumbrado a que le planten cara y la actitud de la chica lo parece y no le gusta, ni la mira, se vuelve lentamente y le suelta a bocajarro un golpe seco en la boca del estómago, ella se encoge toda entera, está a punto de caer, pero se queda a medio golpe en la cara con el borde de la barra, aguanta, después apoya los pies y con pasos vacilantes toma la calle. Llega hasta el primer portal, se sienta, pone la cabeza entre las piernas que sujeta con los brazos, se queda quieta, se recompone por dentro y cuando entreabre las piernas ya es de nuevo ella. Se esconde allí mismo, queda a la espera, al poco le ve salir, impresiona verle de espalda, tiene rapada la cabeza, el cuello queda oculto por los trapecios, su paso es largo pero lento, la confianza y la maldad se le huele de lejos, tiene el coche estacionado cerca, es un Citroen, lo coge y vuela. Ella agacha la cabeza se mira las manos y se pregunta - ¿A donde cree que puede ir este cabrón?. Hay en ella una amenaza latente, una mueca de risa aparece en su rostro, es como si le encantara lo sucedido, le da alas, tiene delante una nueva pieza de caza.     

martes, 11 de noviembre de 2014

JESSICA - La vuelta a casa

Relato:      Jessica
Número:    01
Episodio:   “La vuelta a casa”
Género:     Novela negra


El andar de Jessica es duro y lascivo, un punto canalla con vaivén de barca, tiene la sonrisa marcada de las que la ven venir, sus ojos miran y escudriñan, tiene el parpadeo de treguas largas, los brazos le acompañan sin movimiento, el pelo trenzado, las tetas firmes y los tacones en cuña. Lleva grietas internas que se le abren un poco más cada día. Tiene el aliento de perra vieja aun siendo joven. Si la ves venir hazte a un lado, más te vale. Deambula o camina, sólo ella lo sabe o ni tan siquiera, pero aparece allí, donde está José, a quien ve en la distancia, sus resortes funcionan, el resto hacia él es un paseo de torero, se le ralentiza el paso, se le enaltecen las nalgas, saca pecho y dos medias cerezas duras sobresalen de su camiseta. El otro se ensimisma, la que viene tiene talla. Abrigado con su buen chaquetón de piel el frío externo es de la otra, su zapatos hacen brillos desde lejos, el rolex de acero y oro que lleva marca en silencio un tiempo del que dispone. Se acorta la distancia, el vaivén de ella se hace más pronunciado y evidente, la mirada de él más aguda, más impertinente, algo salvaje. A su altura, la joven le mira de pasada pero marca una intención, ahora es hembra toda, la canalla se le esconde en las entrañas. Ella tan sólo le sobrepasa unos metros ya percibe su gesto interesado. Un aullido le sale desde dentro, la pieza se mueve tras de ella, sus zapatos de piel suenan detrás con firmeza, el baile de sus nalgas se acrecienta, ya tiene flujos de veneno. Le es fácil encontrar su espacio, un hueco tan sólo le es suficiente, se desvía y le espera, José se la encuentra de forma sorpresiva, Jessica le entra de primera - Hola, guapetón, tarda en llegar una respuesta, de pronto él se ha dado cuenta de que la gata tiene mirada de pantera. En un momento, el suficiente, la uña de acero afilada (a modo de dedal), rebana limpiamente la vena grande de su cuello, la que ella bien conoce. El espanto surge al compás de la sangre impelida, el rojo se abre y expande, ni un grito se le oye, se lo ha tragado el propio miedo, la mira desolado, ella no sabe que él acaba de volver, que se ha encontrado de nuevo con su España (la que dejó con tristeza hace diez años), que dentro de tres horas tomaría el avión que le llevaría a casa, como explicarle si la vida se le va, como pedirle ayuda a su verdugo. Si es por dinero todo se lo daría a cambio de su vida. No sabe que el dinero ya no tapa las grietas de la chica.