Translate

miércoles, 6 de enero de 2016

Relato de: Javier Mendicel Fuentes, Número: 07, Episodio: Corcuera.




Miguel Corcuera conduce de forma temeraria su flamante Porsche, entra y sale de un carril a otro como si estuviera haciendo pruebas de habilidad o de riesgo, me mantengo bien sujeto y expectante, tengo la impresión que, de un momento a otro, se llevará por delante a cualquier otro vehículo, para ello sólo es necesario que alguien haga algo imprevisible y no pueda reaccionar a tiempo. Mientras conduce habla a igual intensidad y me transmite tanta información del evento al que me lleva que no se si seré capaz de retener tantos nombres y circunstancias. Es un amigo recién recuperado, en la facultad teníamos muchas cosas en común que nos hacia coincidir, los dos éramos sociales y extravertidos pero algo selectivos, huíamos de los grupos y siempre parecíamos estar conspirando ya que nos pasábamos con facilidad de un entorno a otro, nuestra relación común era satisfactoria y no nos interferíamos, en realidad sólo compartíamos amigos, era una persona muy poco conflictiva y sensata. De todo lo anterior lo único que parece conservar es su capacidad de contacto y desenvoltura, no hace más que hablarme del mundo de la farándula, se siente bien entre famosos, su mundo profesional se desarrolla entre ellos y ya forma parte de su vida económica y social. Cuando se desvía y enfila la carretera que nos lleva a la dehesa su actitud se vuelve cautelosa, intenta explicarme una serie de normas no escritas que debo tener presente, se siente responsable de mi, no quiere que quede patente mi falta de interés por aquel mundo sofisticado y enormemente superficial. Intento tranquilizarle diciéndole que no van a reparar en mí, que van a tener carnaza suficiente entre ellos mismos para apercibirse de mi posición más o menos discordante o distante. Pero en verdad no había previsto una llegada tan efusiva por parte de todos, el ambiente es festivo y todos se conocen, yo soy la única excepción, quizás por eso resulto de interés, incluso los fotógrafos me van tomando instantáneas con todos los que se me acercan. El maestro (matador de toros) que ha organizado la capea me rescata, es un hombre sencillo, amable y dicharachero, me coge del brazo y mientras me cuenta que un amigo suyo se hizo rico haciendo chorizos, que otro tiene veinte perros de caza y otro que fuma a escondidas de su mujer, me lleva a la cocina, donde me sirve un vaso de gazpacho de una jarra que saca del frigorífico. Las cuatro mujeres que están allí atareadas no dejan de seguirnos con la mirada, pronto descubro quien es el que se esconde para fumar, nos lo tropezamos al pasar por un pequeño patio, es grandote y desaliñado, sonríe como cogido en falta. El maestro se siente a gusto conmigo y me lleva de aquí para allá en un deseo de mostrarme todo lo que él entiende de valor, alguien que parece buscarlo desde hace rato se lo lleva casi a rastras dejándome sólo bajo una higuera (que echa los mejores higos del mundo, según el maestro). Algo perdido intento orientarme, vuelvo por la cuadra de caballos, tomo de referencia un tractor viejo, cruzo una solana, el bullicio me suena ahora a bendición. Cuando me incorporo intentando pasar desapercibido una morena entrada en carnes me toca la nalga con descaro, pego un respingo involuntario y ella me suelta, -¿Que te pones botox?.  - Eso sólo me lo pongo en el pimiento, me oigo decir, sorprendido, pero con descaro. La señora que resulta ser la marquesa de Vilanuesa no sólo ríe mi gracia sino que se me adhiere y manosea como si tuviera derecho por el título. Aunque busco excusas de todo tipo para tomar distancia de por medio, ella hace gala de una terquedad insufrible, entonces me planto, la llevo sujeta por el brazo y en un aparte le digo, - Usted no sabe quien soy yo (aunque parezca broma lo digo en serio), el tono y la mirada hacen el resto porque deja de molestarme de forma fulminante. Una cantaora flamenca joven y recién aupada a la fama se me hace la encontradiza en varias ocasiones, -¿Tu y yo nos conocemos, verdad?, me dice la primera vez, en la segunda, -¿No te acuerdas pero nos han presentado?. Y cuando por tercera vez lo va a intentar de nuevo, me adelanto y le digo - Soy Javier, un ferviente y secreto admirador tuyo, se le queda la frase dándole vueltas en la cabeza y tan sólo sabe responderme, - Gracias. 

Miguel aparece de pronto como salido de una nube, tiene chispa en los ojos, trae toda la guasa del mundo encima, nunca le había visto tan eufórico, me quiere contar todas las buenas noticias que trae, pero aún le queda el suficiente criterio para percatarse de la discreción que debe guardar, me hace guiños, me apunta cosas, es como un niño con zapatos nuevos, al parecer no sólo ha bebido. Cuando nos avisan para la capea no hago más que preguntarme si alguien además de mí está en disposición de apreciar cualquier tipo de arte o de ponerse delante de un bicho, por pequeño que éste sea.  

No hay comentarios:

Publicar un comentario