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domingo, 3 de enero de 2016

Relato de: Javier Mendicel Fuentes, Número: 030, Episodio: Estancia abuela





He vuelto solo a casa del abuelo, llevo tres días aquí algo perdido, mi prima no ha podido venir, tenía compromisos. Para ella estar aquí representa ausentarse de sus reuniones, convites, relaciones sociales, cosas que le mueven de un lado a otro, necesita estar en constante movimiento, la comprendo bien, la echo de menos. Saber que podía contar con su opinión me daba confianza, pero estando sólo me es más fácil evadirme, de hecho me he dedicado a realizar la casa en 3D, se me da bien, lo trabajo primero en boceto de dibujo, es una labor ardua pero muy gratificante, hago fotos de los cuadros y de todas las partes planas, luego es un trabajo de escáner e importación, el resultado en autenticidad es impresionante, sobre todo sumando el juego de luces, incorporo reflejos de sol abriendo ventanas digitales a las que pongo luces del exterior, incluyo sombras considerando diferentes intensidades de luz y movimiento. Con el pasamano de la escalera principal me he pasado todo un día. La verdad es que me he dado tiempo porque necesitaba prepararme para subir a la habitación de la abuela.
Por fin lo hago. Tan pronto me adentro en sus aposentos me invade una sensación especial y emotiva (distinta al respeto que me imponía el despacho del abuelo). Está dividida en tres estancias, el dormitorio que compartía con el abuelo (con su baño correspondiente), el vestidor con el tocador en un lado y diferentes armarios de puertas deslizantes y su espacio más grande e íntimo al final, en éste me sobrecoge la cultura que se percibe en cada espacio, está decorado con gusto y sin orden, cada cosa parece estar de forma provisional, pero todo tiene un sello exquisito. Cada detalle tiene valor en si mismo, la sencilla mesa de despacho, de madera de cerezo, esta repleta de cosas, su silla de respaldo breve es redondeada con dos cojines levantados de apoyo y otro mayor de asiento. También hay un buró enfrente con la tapa cerrada y delante un taburete (lo que me hace pensar que tenía un uso restringido). Los numerosos estantes están repletos de libros, la mayoría de ellos tienen diversos señaladores para una localización rápida, curioseo dentro de varios de ellos y veo como hay palabras concretas o frases enteras subrayadas, mirarlos por encima me lleva horas, tienen su sello personal, su letra particular aparece en los márgenes, todos son comentarios breves y eruditos. Debajo de los estantes un mueble alargado ocupa todo el lateral con cajones en su parte superior y armarios con puertas en la inferior.
Voy abriendo cada espacio cerrado, me sorprende la cantidad de documentos, manuscritos, fotografías, y de las cosas más variadas y curiosas que componen el haber de la abuela. La información que aquí se acumula me llevaría años analizarlas de forma minuciosa, opto por hacer una selección de lo más específico y personal (respetando los aspectos más íntimos pero sin perder la ocasión de profundizar en sus características y personalidad).
Ordenadas en pilas (una al lado de la otra) hay diversas carpetas (la forman dos tapas duras perforadas arriba y abajo, con dos cintas que entran y las juntan por un lado y salen y cierran por el otro con sendos lazos). Dentro, grandes sobres blancos repletos de documentos. En el primero encuentro infinidad de recortes de prensa, son de muy diversos tamaños, vienen referidos a literatura y poesía, señalan eventos, homenajes, conferencias, incluso esquelas, ninguno hace referencia a la abuela, corresponden a una época, precisamente en la que hacía críticas literarias, parece razonable que quisiera estar al día de cuanto ocurría, al conservarlas me da  idea de lo importante que fue este periodo en su vida. 
Otro sobre está lleno de poesía escrita por ella a mano, su letra me resulta menos formal (algo más libre y descuidada), utiliza cualquier tipo de papel, incluso de libreta a rayas, sus versos son espirituales, líricos, algunos incluso místicos, otros, sin embargo, son más personales y cercanos, en ellos percibo una adorable candidez que asocio a su juventud.
Vuelvo a encontrarme con más poesía suya en otros sobres de otras carpetas, las diferencias son importantes, van perdiendo con el tiempo lirismo y ganan en fuerza y expresividad, tiene audacia y valentía para manifestar cual es su realidad, pero le falta coraje, es una lucha que da por perdida. Veo retratado al abuelo cuando habla del hombre que sigue una sombra y termina siguiendo la suya propia. También a mi padre cuando dice de un alma gemela que busca en la otra lo que en la suya no encuentra. Ella también se describe como dando marcha atrás para seguir adelante. Ve a su familia como a un corcel de figura espléndida que corre sin desmayo pero hacia ninguna parte. La siento perdida en la búsqueda de una verdad que ella misma se niega.
Tocan en la puerta, es Antonio que viene a rescatarme para la cena, me voy con él, en la cocina me encuentro además de con Sonsoles y José Antonio, con una chica que viene a ayudarles en la casa, se llama Auxi, es de aquí de Madrid, tiene naturalidad y buena disposición, se ha quedado a cenar porque quería conocerme, me cae bien, tiene una hermosura fresca, ríe mis gracias con un desenfado que me anima, pero también ella interviene y ameniza. Sonsoles tiene toda la bondad en su expresión, le encanta vernos tan manifiestos y alegres, a José Antonio le veo algo apartado, mi protagonismo, en esta ocasión, no le es indiferente, me barrunto que algo tiene que ver el interés, cada vez más creciente, que despierto en la muchacha. Terminamos tarde y acompaño a Auxi a su coche, la noche está cerrándose, todo apunta a que ella se apresurará para no llegar muy tarde a su casa, pero no es así, al llegar hasta él nos sentamos dentro y seguimos hablando, me dice con franqueza que le gustaría quedarse a dormir, pero que le da corte el hacerlo, - Ellos lo verían mal, me dice razonándolo. Puedo dar la impresión equivocada de que entre nosotros se está produciendo un acercamiento amoroso, pero no es así, quizás se deba a que no me desagradaría en absoluto, pero la realidad es que ella se muestra encantada pero sin tan siquiera pisar la raya comprometida. Al final le puede la sensatez y se marcha apenada pero complacida de haberme conocido.
Durante la noche me desvelo en varias ocasiones, no deja de aparecer de nuevo Auxi en mis sueños, vuelve decidida a quedarse, es tan real que incluso pienso en ir a abrir la puerta. Creo que cené demasiado entretenido con la conversación. 

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