El nuevo museo de arte de Málaga no ha sido acogido por la prensa con el entusiasmo esperado, aún siendo muchas las expectativas creadas por disponer de unas instalaciones modernas, vanguardistas y estar concebidas con un nuevo carácter más innovador y exclusivo. No destaca tan siquiera la proximidad que ofrece de sus obras de arte, siendo lo más destacable en relación a lo que es habitual en cualquier otro museo. Se hace eco sólo de la opinión popular que lo considera demasiado complejo, dice que el público se pierde ante la variedad de opciones que se le ofrece.
En el museo todos están expectantes, todas las publicaciones al respecto ya están recortadas, subrayadas, perfectamente ordenadas (por la secretaria Srta. Sanchís) en la mesita complementaria situada a la derecha del pequeño despacho de la directora. El rodar suave de los patines les advierte de su presencia, ésta aparece de pronto, es una mujer joven, no tendrá más de treinta y cinco años, su aspecto es informal pero elegante, subida en los patines su línea además de joven resulta dinámica, la amplia sonrisa hace un resumen de su personalidad próxima y afable, al aproximarse los mira con una curiosidad manifiesta, llama su atención la preocupación que lee en sus rostros. Agrupados como cada mañana la esperan para recibir de ella las consignas del día, saben, que antes, pasará por su despacho, hará una breve toma de contacto con el exterior y después les hará saber las peculiaridades propias del día.
Cuando la ven salir del despacho su imagen transmite la misma seguridad de antes, la sonrisa permanece en su rostro e incluso ahora una nota de picardía se refleja en su mirada, el grupo la rodea, es ya un hábito, a ella le encanta la proximidad, se mueve entre ellos con una cómoda desenvoltura, los patines le permiten movimientos muy rápidos, se muestra espontánea y disponible como siempre. Sabe que esperan su parecer, también que piensan que debe sentirse molesta por los comentarios de la prensa, es importante que les aclare su posición, ya lo ha hecho con el propietario, no tiene ninguna inquietud por los primeros acontecimientos. – Hasta ahí podíamos llegar, dice con una seguridad, que quien la conoce bien sabe que es auténtica.
Les habla sin ambages, con la sencillez de quien tiene las cosas claras, las expone para ser entendidas sin más, es su forma de actuar, las cosas claras, no quiere ni tiene formación de oratoria, eso está para otros. Ir al grano, es su forma de entender lo práctico y lo lleva a rajatabla. Les vuelve a preguntar ¿Si les gusta la filosofía del museo?, ¿Si se encuentran realizados cuando contemplan su labor diaria?, ¿Si cambiarían algo de lo realizado?, después mantienen una larga conversación. Al final todos coinciden en estar encantados con el proyecto, pero les preocupa sin embargo el no ser entendidos, ella les escucha con interés, luego les pregunta por el tiempo que necesitaron hasta estar convencidos plenamente de lo que ahora piensan, asumen que les costó, que tanta innovación resulta en principio difícil de comprender. La respuesta se la dan ellos mismos, ella se la señala tan sólo, tienen que conseguir que el gran público llegue a esa misma opinión, es tan sólo una cuestión de tiempo y dedicación. Cuando llegan al orden del día, ya tienen asumida la importancia de una buena comunicación, después viene el analizar cuestiones puntuales, cada día comentan las novedades que cada uno ha advertido, siempre hay quejas, impresiones o simples comentarios exteriores que les puede ayudar a mejorar.
Al volver a recorrer las salas en solitario, se inviste de nuevo con la exigencia que comporta el cargo, lo analiza todo con rigor, es consciente de que todo está estudiado al mínimo detalle, pero no descansa por ello, sigue buscando la perfección. Sabe además, que no consiste en exponer, su museo no es un conjunto de salas de exposición de obras de arte, de esos hay muchos y con unos presupuestos económicos increíblemente superiores. El fin que busca es más ambicioso sin embargo, desea acercar la grandiosidad del arte a un público inexperto, incluso ignorante y además, que el erudito disfrute al máximo en su contemplación. Para ello, no sólo hay que ponerle la obra delante, precisa la luz, la distancia, los ángulos adecuados, la posición correcta, la posibilidad de contrastes, manifestar con claridad la evolución y los cambios que se han ido produciendo. Después, debe existir contacto, en sus espacios de exposición no hay empleados sentados espiando cada gesto del visitante, imponiendo autoridad o fiscalizando comportamientos, sino solícitos expertos encantados de mostrar la belleza a veces oculta en cada obra. Tienen que ayudar a percibir lo no manifiesto, a enriquecer cada obra con un detalle específico y claro.
Al acercarse en la segunda galería al giro inesperado a la derecha advierte que sigue emocionándose, termina el movimiento rodado y se encuentra con la imagen mil veces contemplada, “El niño durmiendo” acapara de nuevo su atención, esta vez le hace volver muy atrás en el tiempo, recuerda la primera lámina en la que encontró esta obra, su búsqueda posterior, la investigación que llevo a cabo hasta conseguir ubicarla en el siglo dieciséis, dentro del barroco italiano, establecer que fue realizada por el maestro Caravaggio a pesar de no figurar entre sus obras. Para ella tenía peculiaridades determinantes a pesar de que el pintor gustaba del drama y en ésta emocionaba la candidez, el ambiente relajado, la sutil sensación de paz. Era como si el pintor hubiera abierto los ventanales de su estudio de par en par y se hubiera llenado de gozo en la luz y la armonía. Intentó localizarla sin éxito en los museos más importantes, dedico tiempo hasta conseguir tener una pista solvente, la localizó en una colección privada pero sin definir, después por descarte de una larga lista consiguió al final la confirmación de titularidad. En contacto directo con Paul Van Elslander, anciano multimillonario holandés, éste le confirmó que pertenecía a su familia desde principio del siglo pasado y que al igual que ella, más de un entendido daba su tutoría al maestro Caravaggio aunque ésta no estaba confirmada documentalmente.
Después, todo sucedió de forma mágica, un largo viaje en coche, su visita inesperada al palacio del millonario holandés, la cálida acogida de éste (último de una larga saga familiar de enamorados del arte), la fascinación que despertó en el anciano el vivo entusiasmo de la joven malagueña doctorada en Historia del Arte, graduada en Restauración y master en museología, la corriente de simpatía le lleva a mostrarle todo su patrimonio artístico, pero es la frescura, la sencillez, la devoción que muestra la joven lo que le hace escucharla atentamente. Ella se muestra sin cortedad, le habla de cómo concibe una exposición, se expresa contraría a las salas comunes cargadas de obras maravillosas que pierden su sentir profundo, de cómo cada obra tiene su propia vida y requiere de un trato personalizado y singular, después entra a valorar el concepto comparativo entre ellas, la importancia del seguimiento de estilos, más tarde le hace una composición de cómo ella expondría su valiosa colección de más de quinientas pinturas.
Cuando llega a Málaga dos días después y recupera el móvil dejado en descanso durante el viaje, se encuentra con diversas llamadas perdidas, entre ellas, varias del Sr. Van Elslander, la conversación posterior con él es tan breve como concisa, esta contratada para hacer un estudio pormenorizado del patrimonio pictórico artístico de la Casa Van Elslander. Su vuelta a Holanda no se hace esperar, resulta ser sólo un primer paso. En esta primera fase crea un dossier por obra, recopila toda la información existente, después la clasifica, posteriormente hace una valoración de estilos comparativos, contrapuestos, similares, busca peculiaridades en sintonía, abre incluso otras nuevas opciones, hasta completar un mosaico perfecto del importante patrimonio, de tal forma que conserve prioritariamente su propio valor artístico.
Su exhaustivo trabajo al final dio el fruto apetecido, Paul Van Elslander por primera vez en su vida disfrutó en su justa medida del inmenso valor artístico de su patrimonio familiar, la sensación fue tan intensa que tomó una decisión hasta entonces impensable, en la que tuvo mucho que ver el comentario de la joven malagueña, - Tanta belleza no puede quedar oculta. Tomó la gran responsabilidad de exponer lo más destacable de su colección.
Paul Van Elslander no deseaba sin embargo ser invadido por la muchedumbre en su palacio, y la joven malagueña no estaba dispuesta a pasar más tiempo lejos de su soleada tierra malagueña, al acuerdo que llegaron por tanto adquirió tintes insólitos, resultó difícil de entender para todos, puesto que iban a crear un museo con las obras seleccionadas cuyo enclave se situaría en la capital de la Costa del Sol. Aún resultaba más sorprendente porque una parte importante de la financiación correría a cargo del propio promotor holandés.
En horas de público la joven directora circulaba entre éste con su habitual entusiasmo, le encantaba acercarse a los pequeños grupos o estos se formaban con su propia presencia, tomaba la opinión que surgía entre ellos de forma espontánea e intervenía en el momento adecuado para aclarar, señalar o descubrirles los grandes encantos de cada obra, era una labor fructífera a la que se le unía el grupo de colaboradores, todos a una hacían cada día más relevante la exposición de las trescientas obras de arte mas importante del Sr. Van Elslander.
El Sr. Solis, destacado articulista especializado de arte, en una de sus citas habituales a exposiciones se presenta en el museo con su hijo mayor, es una forma de conciliar trabajo y relación familiar, existe entre ellos alguna que otra diferencia que necesita de un espacio más neutral, sin la injerencia de su esposa. La presencia inesperada de la directora sobre patines cambia todos sus planes, sin apercibirse se encuentra de lleno en una conversación que por momento se hace más interesante y amena para él, el hijo algo desplazado ve como ambos, ilusionados, se enfrascan en un devenir de comentarios sobre obras y aspectos artísticos que no le son nada motivante. Ante su sorpresa, la directora también capta su interés llevándole de forma sorpresiva ante una obra, que adquiere de pronto para él un valor insólito por los apuntes sugerentes de la joven entusiasta. Cuando quedan solos padre e hijo, el recorrido restante se les hace más cómodo, como si entre ellos existiera una comunicación más próxima y distendida. El artículo que se publica al día siguiente en el periódico Sur deja a las claras el impacto emocional producido en el reconocido comentarista y crítico artístico, que no sólo elogia las características del museo y las obras expuestas, sino que señala incluso la eficiencia y calidad de la asistencia que se presta al público, es algo que en él resulta realmente inusual e insólito.
Jóvenes universitarios captados de igual forma, toman como punto de reunión e interés sus visitas al museo centrando éstas especialmente en la búsqueda de mejoras posibles, les mueve las inquietudes que es capaz de transmitirle la joven directora en su afán de motivarles y mantener viva una constante de superación. Una respuesta clara a esa actividad han sido las dos invitaciones que ha recibido de la Universidad para dar sendas conferencias sobre contemplación y proximidad al arte, en las mismas el foro quedó cubierto totalmente y parte de estas intervenciones se han subido a YouTube y comentadas ampliamente en las redes sociales por los propios asistentes.
La Concejalía de Arte del Ayuntamiento de Málaga participa ahora de forma activa en la incorporación del nuevo museo en todas las publicaciones que edita, ya no aporta sólo el inmueble sino que tiene un vivo interés en establecer vínculos y manifestar una clara proximidad con el mismo, sin duda apercibida de su importancia a nivel político. También una corriente de interés comienza a producirse en los medios informativos que de una u otra forma se hacen eco del interés que despierta. Gestores de los otros museos malagueños se dan cita en él para intercambiar pareceres con la que actualmente aparece como innovadora, creadora de estilo, nuevo sentir del arte, es algo extraño, ningún director de museo despierta tanto interés como ella. Lo más sorprendente adquiere carácter de naturaleza cuando varios galeristas norteamericanos se presentan de improviso valorando su labor como un medio comercial excelente, consideran que es una forma directa y practica de llamar el interés del comprador de arte. Parece como si un foco se proyectará de forma insistente sobre su persona. La imagen de la joven directora es difundida por los medios más diversos, su sonrisa espontánea y abierta gana simpatías, la sencillez que muestra subida siempre en sus patines la hacen única, su prestigio crece y provoca una continua reacción en el público que visita el museo, todos quieren verla, hablarle, oír sus comentarios, es una fuente de ilusión de la que todos quieren participar. Ella, sigue haciendo un alarde de generosidad y entrega diaria.
Nadie sabe, sin embargo, que la joven directora es madre de dos hijos pequeños, que su esposo ingeniero informático diez años mayor que ella, trabaja en casa y cuida de ellos en su ausencia, que también él es un apasionado admirador de su capacidad de trabajo y entusiasmo, haciendo suyas todas sus ilusiones. Ella ha conseguido hacerle participe de un nuevo proyecto, ahora comparte su trabajo informático con el diseño de salas especializadas, estudian nuevas formas de visitas, juegan con desniveles, diferentes alturas que posibiliten la visión simultánea de una obra, la utilización de cintas en movimiento que permitan hacer un recorrido completo a cualquier persona, el pasar de estas cintas al recorrido normal con total facilidad, todo sin perder su característica fundamental, una visión perfecta y singular de cada obra.
El interés cada vez mayor del Sr. Van Elslander le lleva a trasladar su domicilio holandés a una preciosa mansión en la zona malagueña de El Limonar, la ha conseguido a buen precio pero las mejoras que ha introducido en ella la hacen única aunque de poca salida comercial futura, todas las obras no expuestas en el museo ahora están en ella, la idea en principio era de disfrutar a diario de tan valiosa colección, pero después del trabajo realizados por la joven directora y su esposo, vuelve a caer en la tentación, esta vez sacrificando incluso su propia tranquilidad, no le importa trasladarse con su anciana esposa a la parte alta de la casa y permitir que el resto pueda ser visitado.
La presencia privada e inesperada de los reyes en el museo es el siguiente y mayor aldabonazo público posible, toda la prensa nacional y parte de la extranjera recogen la imagen solemne del monarca y su esposa, a su lado la joven, bella y sonriente directora, subida, como no, en sus patines. Los medios sociales no tienen ya calificativos posibles, todos parecen adorarla. El pequeño museo ya es el más visitado de la localidad, la invasión de todo tipo de cargos públicos la hacen cada vez menos accesible al gran público que se empeña en su visita a pesar de las largas colas que debe padecer. La web del museo ha conseguido, en una ingeniosa labor digital, posibilitar su visita a través de internet manteniendo sus características más destacables, el costo de la entrada por ello no ha impedido que las visitas sean multitudinarias, hasta alcanzar cuotas de visitas internacionales realmente impresionantes.
Al final, Carl Van Elslander, único hijo del millonario holandés, abandona su actitud distante, así como su centrado interés por las finanzas familiares y se persona en el museo. Eso si, estableciendo la oportuna cita, la joven directora duda de si lo hace para recibir el trato adecuado o por una cuestión de estricta cortesía. Su impresionante altura así como la cuidada vestimenta y un empaque realmente destacable la hacen sentir en principio pequeña y reducida a una hermosa sonrisa. Es una primera impresión personal, cuando entra en juego la exposición de su obra la transformación no se hace esperar, la distancia entre ambos deja de existir, el hombre maduro y seguro de si mismo es consciente del acercamiento. A pesar de estar advertido, no puede evitar el cambio que en él se produce, después de hablar animadamente (en inglés aunque ambos pueden hacerlo en castellano) termina aceptando, que la joven no sólo tiene un especial encanto personal, sino que conoce a la perfección su trabajo y que en la exposición de objetivos además de entusiasta es clara y contundente, que no caben en ella las medias tintas, es una apasionada del arte y de su labor de divulgación. Al igual que antes ocurriera con su padre también él queda atrapado por la joven malagueña.
Dos días después, con una confianza que él confiesa no serle habitual, le comenta al teléfono, que no es nada entusiasta del arte, le aclara que quizás se deba al manifiesto interés que siempre mostró su familia por la pintura y que entendía poco responsable de no contar con una contrapartida de esfuerzo y lucha para poder conservar el importante patrimonio familiar. Esta actitud suya le distanció de su padre, nada preocupado por la cuestión económica y le obligó a asumir ésta de forma personal y absoluta. La joven interpreta que detrás de tantas aclaraciones existe un deseo de entrar en los datos económicos del museo y le explica como, desde hace meses tienen superávit y que las expectativas futuras son realmente excepcionales. Pero Carls Van Elslander le aclara de inmediato que la situación económica familiar esta muy saneada y que no tiene inquietud alguna en este sentido. Después de varias conversaciones queda clara la intención de Carls Van Elslander, la de contribuir de forma expresa en el proyecto de divulgación de la joven directora, es un paso decisivo. En una reunión posterior analizan el ambicioso proyecto que ella tiene ahora entre manos, el esposo de la joven se suma con un interés renovado, le apetece centrarse por completo en su desarrollo, forman un equipo realmente excepcional, cuenta con el conocimiento del arte, el desarrollo informático y la necesaria financiación. El anciano Paul Van Elslander no cabe de gozo al conocer directamente por su hijo el interés que despierta en él el proyecto de la ya famosa directora del museo. Entre ellos ahora el diálogo es más próximo y cómodo, menos formal, el arte que antes le distanciaba ahora parece servir de puente de comunicación. Y hasta la anciana madre asiste complacida a las reuniones que vienen celebrando en la parte alta de la mansión museo de El Limonar.
Después de la última reunión, estando aún en la mente de todos las simpáticas anécdotas contadas por Carls, la complicidad tierna, delicada y autentica de los dos ancianos, la rebosante ilusión expresada por los jóvenes esposos, así como la corriente de simpatía manifiesta y el entusiasmo patente entre todos ellos, reciben una impactante noticia, un importante filántropo neoyorquino les cede un precioso edificio de su propiedad, sito en un lugar realmente hermoso de la Isla de Manhattan, en el que instalar un pequeño museo con obras destacadas de la conocida colección de la familia Van Elslander, es la primera respuesta a los muchos contactos realizados por Carl, que muestra una indudable valía en esta nueva faceta decididamente artística, pero ésta no es la única, famosos galeristas se suman aportando importantes locales, el museo malagueño y la joven directora innovadora despierta en los estadounidenses una corriente de interés y simpatía poco usual, todos parecen contagiados por su entusiasmo, el número de ofrecimientos y ofertas se multiplican dando opción a elegir lo más adecuado para un proyecto tan revolucionario.
Ha transcurrido un año, tiempo que para todos ha resultado especialmente fructífero pero realmente agotador, la inauguración del precioso y nuevo museo neoyorquino aparece en los más destacados medios informativos, de nuevo la figura de la joven sobre patines aparece destacada en todos ellos, pero todavía nadie es consciente del alcance real de la exposición, todos creen que será una réplica del conocido museo malagueño, se dan cita en él las figuras más destacadas del arte, no faltan los pintores más famosos en los estilos más diversos, las autoridades locales, personajes emblemáticos del cine, teatro y las variedades, periodistas especializados expresamente llegados para la ocasión, la expectación no puede ser mayor.
El museo abre sus puertas, las cien obras escogidas para la exposición han sido estudiadas con una dedicación absoluta, pero lo más sorprende para el visitante es que no hay salas al igual que ocurre en el de Málaga, pero en éste no se hace entrega de información alguna, el mundo del arte se expone ante sus ojos de forma inesperada, sorpresiva, a cada obra se llega de forma personalizada a través de un movimiento arquitectónico perfectamente diseñado, en el que cada obra tiene su propio ambiente independiente. Al igual que en el malagueño el color, la luz, incluso el movimiento en cada una es específico, pero en éste los detalles se multiplican, absorben la atención, es imposible pasar de largo, no importa cual se vea primero, nadie quiere salir sin ver todo lo expuesto, los comentarios son de sorpresa acompañados de elogios. Se descartó del proyecto en esta ocasión la cinta en movimiento, porque en éste prima sobre todo y especialmente el dejar perplejo al visitante, además de permitirle moverse en libertad, convencidos de que encontrará algo nuevo a cada paso que le conmoverá o llamará poderosamente su atención. No se le da opción al descanso, en cada obra algo único y singular le lleva a una contemplación minuciosa. Cada lugar es otra dimensión, otro concepto. La amplitud de los espacios está perfectamente estudiado de forma que en cada obra no pueda reunirse más de quince personas, pero la facilidad de movimiento a través de amplios pasillos permiten giros abiertos en las direcciones más diversas, lo que facilita que de forma natural se produzca un desplazamiento que evita aglomeración. Las indicaciones visibles y perfectamente ubicadas permiten seguir sin dificultad un orden continuo o libre pero sin perder el control. Todos se mueven de un lado para otro maravillados, expectantes, pero es la llegada de la joven directora sobre patines la que acapara la atención de todos, - De cerca gana, es la expresión más comentada, la sonrisa que les llega es real, espontánea, es la expresión cálida de una joven realmente excepcional, les habla con sencillez de las cuestiones de arte más compleja, hace giros inesperados que les sorprende y arroba, en este día especial no se dirige al joven estudiante o al anciano interesado, todos se sienten especiales y de alguna forma se creen únicos y excepcionales, ella les lleva a su verdadera dimensión humana, porque les hace ver que lo realmente extraordinario en estos espacios es el arte. Al final todos se rinden ante un trabajo realizado de forma precisa y que valoran como único, lo más excepcional quizás sea que todas las obras expuestas resultan aquí curiosamente únicas y preciosas.
Volver de viaje se ha vuelto una constante envuelta en las rutinas más diversas, los cambios horarios, el descontrol de agenda, la llegada con sus propias emociones. Como prioridad encontrarse con sus niños, fundirse con ellos en un abrazo interminable, volcarse para compensarles de tantas ausencias, mostrarse dispuesta a oírles hasta sentirles satisfechos, después acabar agotada y dormida abrazada a su esposo. Ahora él le acompaña siempre, esto facilita tanto su vida sentimental como la profesional, su colaboración ha sido crucial, se complementan, para él resulta fundamental el entusiasmo de su esposa, es una fuente inagotable de ideas que desarrolla hasta conseguir objetivos concretos, es una cooperación sin límites y sin condicionantes, ambos anteponen el proyecto común a sus propias individualidades, el amor facilita el encuentro cuando aparecen las lógicas diferencias conceptuales. No son perfectos pero les anima un deseo común de convivencia, son felices juntos, comparten vida pero además ilusiones y proyectos de futuro. Las obligaciones de la joven directora a veces le llenan de culpabilidad por sus niños, ella las salva ocupando sus espacios comunes con ellos con generosa entrega, incluso les hace participe de sus ilusiones, los lleva al museo cuando está cerrado al público y les hace de cicerone infantil con un fervor que les lleva a compartir su entusiasmo.
El fallecimiento de Paul Van Elslander se produce un día de forma inesperada y sorpresiva, nada hacía pensar en la perdida de una persona tan preciada para la joven directora, mantenían una estrecha relación, se veían a diario, siempre encontraban un momento para compartir ideas, proyectos, ilusiones. Para el anciano representaba la vida misma, para ella el respaldo necesario, el apoyo incondicional, el amigo en quien descansar. Su pérdida, representa un vacío imposible de estimar todavía y la asunción de la querida amiga anciana, ahora viuda, una obligación irrenunciable. Sus responsabilidades son cada vez mayores, es centro de demasiada atención, cada vez más gente quiere saber de ella, la gestión y responsabilidad de los dos museos y de la casa en exposición le ocupa más tiempo, los medios de comunicación y el público en general le requiere, además están sus niños y la familia de ambos esposos.
Después de los actos fúnebres oficiados con gran solemnidad por deseo de las autoridades políticas y religiosas locales, Carl Van Elslander tiene un encuentro muy emotivo con la joven directora, en éste le descubre su parte más sensible, oculta y desconocida. Con nadie, le dice, se había mostrado con tanta sinceridad, detrás de su apariencia de control y dominio de si mismo, le confiesa que oculta los sinsabores de una vida solitaria y de grandes exigencias. Nunca encontró una voz amiga que escuchar, ni tuvo un brazo fuerte en el que apoyarse, desconfiado por naturaleza sólo en el trabajo encontró aliento y en el éxito la energía precisa para conseguir todos sus objetivos, encontrarla ha sido por tanto el mejor regalo de su vida.
En la cena que tiene días después con sus padres y hermanos, la joven directora hace un aparte con su padre, van del brazo hasta el porche, hasta ellos llegan las risas y las voces distorsionadas por la distancia, ambos se conocen profundamente, en la mirada de ella se asoma una sombra de tristeza que él conoce bien, la ha visto en otras muchas ocasiones, detrás se esconde el miedo a no dar la talla. - Incluso tu tienes límites, le dice a modo de reflexión, y añade - Tienes que ser consciente de ello y no exigirte más de lo que puedes dar.
En silencio ella le coge la mano y añade únicamente, - Hay personas tan desgraciadas papá.
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