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martes, 19 de julio de 2016

Relato: Jessica. Número: 10. Episodio: Inesperadamente. Género: Novela negra.



Como cada día su entrada no pasa desapercibida en la cafetería “Albares”, es un lugar de moda al que ahora acude la gente guapa, después no pasa indiferente sentada en su sitio habitual, un chaflán situado a un lado, junto a una ventana estratégicamente situada que le permite ver la calle y a la vez controlar cuanto ocurre en el local. Allí pasa horas tras sus gafas oscuras observándolo todo, un aura de misterio le rodea, mantiene alejados a los moscones, algún atrevido que se le aproxima se aleja rápido cuando baja las gafas y le observa crítica con acero en la mirada.  
Su cuerpo firme, fuerte y delgado, tiene formas sugerentes, cada movimiento suyo atrae, tiene un encanto perverso, la calidad de sus prendas, el delicado cuidado del salón de estética ha laminado su parte canalla, pero se esconde junto con la pantera que controla en sus entrañas. Le gusta lucir poder, reloj de oro, anillo y sortija de zafiro y bolso de dama rica, en su mesa no falta de nada. No ha olvidado sin embargo el viejo bar, a su gente malencarada, es un territorio en el que hacerse valer tiene su importancia, allí se impone la ley del más fuerte, todavía le coge pellizco su recuerdo.
Al fin lo ve decidirse, lleva días rondándola, desde el principio supo de su interés, le vio pasar, pararse, mirarla fijamente. Desde entonces cada día, desde fuera, la busca con la mirada, la encuentra, la memoriza, ella disimula pero también tiene interés, incluso le espera. Es de su misma calaña, él también tiene a la fiera controlada pero igualmente la lleva dentro. Entra con aplomo, sin mirarla pero buscando un sitio adecuado, al aproximarse lo hace con sigiloso, sabe de la dificultad, luego se suceden los signos, las llamadas de atención, se gustan, se respetan, él sabe que debe llevar pies de plomo, pero también cierta audacia, transcurridos los tiempos de ojeo tiene que dar el primer paso, se acerca con decisión pero dejándola pensar, cortés le pide permiso para compartir compañía, un simple gesto de ella de asentimiento le basta, entonces muestra su mejor sonrisa, se apoya en su mejor perfil, ella le mira de frente, él se sienta y presenta a la vez, - Jorge Jiménez, su voz es viril, tiene fuerza. - Jessica, responde ella de forma escueta. - Encantado de conocerte, sigue él con la etiqueta. - Llevo días viéndote pasar, le dice ella sin mirarle directamente pero dejando las cosas claras.
De las palabras sueltas pasan a los comentarios, después a señales de identidad, saben de que hablan ambos, se muestran a medias pero marcan posiciones, se aíslan del resto, ya no cuentan los demás, después se sienten observados, son demasiado llamativos. Están viviendo su momento, en cada gesto se descubren cosas nuevas, sienten el ronroneo de sus propios animales, luego como éstos se desperezan, le tienen respeto al propio y al del otro.
Él le invita a ir a otro sitio, después pretende pagar, ella no se lo permite. Salen llevándose todas las miradas, en ella recaen la mayoría, su andar tiene personalidad propia, hasta los más jóvenes se vuelven, irradia atrevimiento y sensualidad.

La noche les sorprende en un tercer sitio, han ido avanzando en proximidad en cada uno de los lugares, están más cerca y por tanto más precavidos, les imanta el deseo, pero temen dar el paso equivocado, las fieras rugen, pero ellos siguen hablando de una próxima ocasión. En el cuarto sitio ya es de madrugada, ya saben como acabará todo pero a pesar de ello siguen en sus trece de hablar y hablar.

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