Pude haberme agazapado e intentar pasar desapercibido, pero actúo por instinto, me levanto como un resorte y le grito a todo pulmón, le suelto cuantos improperios se me ocurren, el tipo al principio parece sobresaltarse, después me mira con fijeza, aprieta los puños y me hace con ellos un ademán harto elocuente, la mujer sigue en el suelo cubriéndose la cara por los golpes recibidos, me envalentono, tomo fuerza de la posición de debilidad de la mujer, alguien tiene que ser fuerte por ella, entonces le grito - ¡Cobarde! y con un arrojo que a mí mismo me sorprende doy un paso hacia él y siento como titubea, después otro más, de pronto inicio la carrera, ya no sé lo que es miedo, ni prudencia, llevo todos los demonios conmigo, abro los brazos y me siento más grande, el no quiere saber de que soy capaz y emprende la huida. Llego junto a la mujer, llora mansamente, me mira a los ojos, muestra algunos moretones en el rostro, un hilillo de sangre le baja de la nariz, me agacho y le pregunto por su estado, está más triste y asustada que dolorida. La arena de la playa esta aún caliente, le ayudo a levantarse, recojo su bolso, ella se apresura a mejorar su imagen, arregla su falda, me mira agradecida, le propongo llevarla a donde me diga, ella accede, la guío hasta el coche, estamos a las afueras, me indica una dirección, entonces arranco y emprendemos su camino de vuelta. Durante el trayecto me explica que el agresor es su marido, entonces le pregunto - ¿A dónde vamos? porque pienso que ir a su casa es volver a empezar, me dice que no tiene otro sitio a donde ir, antes de llegar paro, hablamos, le sonsaco y me explica que siempre tuvo con ella un trato vejatorio, está acostumbrada a ello, fue así desde el principio, - Cuando se le pasa el mal humor se arrepiente, me dice, luego incluso añade - No es tan malo…
La situación me supera no estoy preparado para resolver este tipo de conflictos, acabo de llegar de viaje, en casa me esperan, ha sido una escapada algo infantil y vuelvo para retomar la vida hogareña, parar en la playa fue para mejor preparar mi llegada…
Un golpe seco suena delante en el parabrisas, quedamos estupefactos, cuando tomo conciencia ya está él abriendo la puerta del coche y enfrentándoseme, estoy arrugado del susto, su mirada es acerada, no veo en él compasión, levanto el brazo al ver el acero a través de sus reflejos pero recibo un golpe tremendo en la cabeza, siento que me voy… - Dios mío, sólo tengo dieciocho años.
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