Rosalía Alejandra, de joven era bellísima, no lo digo por ser su hijo, lo dice todo el mundo que la conoce desde hace años, lo atestiguan además sus fotografías de entonces que están repartidas por toda la casa, sus ojos son almendrados de color vino, la boca carnosa y sensual, la cara alargada y el hoyuelo en la barbilla le da un aire a Ava Gardner, tenía altura de modelo y caderas de bailarina, a papá lo conquisto sin embargo por su desenfado, descreimiento y soltura. Ahora tiene la apostura de una gran dama, la naturalidad en ella es de una cálida sencillez, tiene dulzura en la mirada y ternura en el gesto, no rehuye nunca la mirada y su respuesta va acompañada con sonrisa, ha sabido limar las pequeñas asperezas de un carácter voluntarioso y sólo en contadas ocasiones le sale el rictus severo en sus labios pronunciados. Su pelo frondoso y ondulado, con el que antes jugaba a placer, ahora, con las canas que ella respeta, se le ha ido haciendo rebelde y ampuloso.
Seguirla por casa es como perseguir a un fantasma, cambia de propósito y de lugar como por ensalmo, pero es de una dedicación plena a nosotros, lo tiene todo presente, es capaz de recordar las cuestiones más nimias si tienen que ver con nuestras necesidades, bien entendido que cuando está papá en casa yo paso inmediatamente a un segundo lugar, pero a pesar de ello, todo cuanto necesito está en su lugar previsto.
En las horas de siesta de papá consigue una calma que a mi me exaspera, después de comer me apetece tocar la armónica, silbar, hablar en conferencia, chapotear en la piscina, todo menos dormir. La casa cae en un letargo tal que el aire se vuelve espeso, me cuesta caminar por unos pasillos interminables por la calma con la que me acogen.
En mi primer año de facultad mamá tenía una consigna perfectamente asumida, papá es muy estricto en sus cosas y ella tenía leída la cartilla, temían que al no tener control de horarios y tutor que cuidase de mis estudios pudiera abrirme a saber a que nuevas alternativas. Lo que no podían imaginar es que su control le llevaría a estudiar a la par que yo, le traía datos, anotaciones hechas a mano, acotaciones de textos, lo llevaba todo con una pormenorización y detalle tal, que ella enseguida comprendió que su misión debía ser otra, tenía que distraerme de tanta ocupación en vez de controlarme. Papá por su lado empezó su adiestramiento a través de la prensa, lo que yo le agradecí al infinito porque le hizo más próximo y accesible para mí, le hacia observaciones que él valoraba, empezó a responder a mis preguntas con seriedad responsable, me sentía feliz, estaba encantado de estudiar y obtener buenos resultados porque potenciaban una situación tan ilusionante. Me dediqué a estudiar con una denodada pasión.
En mis relaciones sociales tenía un apoyo absoluto de mamá, supo anteponer siempre mis gustos y preferencias a los suyos, vivíamos todos en Madrid, mi círculo de amistades era reducido y la facultad lo abrió de una forma espontánea y maravillosa, estaba lleno de curiosidad y a la vez era motivo de curiosidad para los otros, les llamaba la atención mis atuendos y la forma peculiar de manifestarme. Mi carácter abierto, servicial y dicharachero me sirvió mucho, pronto encontré contactos que me fueron abriendo los diferentes grupos formados por unos jóvenes muy controvertidos, muchos estamentos sociales estaban allí representados pero en ninguno de ellos quería quedar absorbido, con la sonrisa franca y una buena figura me las apañé para moverme entre todos ellos con cierta comodidad. Nada perturbaba mi interés de aprender y todo lo demás era realmente secundario, pronto tomé conciencia de que mi voluntad y exigencia en los estudios encontraban muy buena respuesta en mis compañeros, al contrario que ocurría en el colegio donde era motivo de crítica. También tomé conciencia del interés que despertaba en las chicas, en algunas era tan elocuente que me resultaba irritante. Me sentía flotar en aquel ambiente y cada día descubría aspectos nuevos míos, me embarqué ilusionado en algunas relaciones amorosas, en todas ellas aprendí a querer y a quererme, cuando miraba la agenda estaba repleta de nombres y teléfonos, era el centro de atención de muchos y eso me alimentaba el ego y de que forma, aunque creo que nunca perdí el sentido de mi realidad.
Mamá es una lectora exigente y profunda, cuando ella me pasa una novela, un ensayo o cualquier obra literaria se de antemano que me va a valer la pena, con papá la cosa es bien distinta, sus gustos y preferencias le llevan a géneros que difícilmente me encajan, ella da prioridad a los valores del alma y el lo intelectualiza todo, Hesse, Mann, se atreve incluso con Freud y Lacan.
Mi entendimiento con ella es realmente bueno, conozco todos y cada uno de sus gestos, mohines y poses, puedo descubrir su estado de humor por el tono de su voz, por un carraspeo, por un silencio, por su forma de pisar, de bajar la escalera, de sonarse, cuando hablamos tenemos medias sonrisas, giros en la voz, movimiento de cejas que no precisan de mayor aclaración, es una mujer sensible y necesita sentirse acogida, cuando regaña con papá recurre a mí, sabe que puede liberar sus tensiones. Entonces soy como un amigo fiel. Seguiré hablando mucho de esta maravillosa mujer, es tan importante en mi vida...
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