En el Consejo de Administración Juan Antonio Álvarez ya tiene su propio grupo, actúan con tendencia más emocional que analítica, son los menos preparados técnicamente pero sus razonamientos son sensatos, de largo plazo y por tanto, menos oportunistas. Aunque en número representan sólo el treinta por ciento, su porcentaje de votos supera el cuarenta y cinco por ciento (teniendo en cuenta las participaciones de las compañías que cada uno representa), lo que les hace especialmente fuerte en acuerdos importantes o debates reñidos entre los diferentes grupos o tendencias. Esta situación le proporciona un interés destacado, por el que recibe personalmente propuestas de acuerdos con beneficios directos o indirectos a favor del grupo de empresa que preside su ex esposa. Cabe destacar su honestidad, el sentido de equidad le lleva a anteponer siempre los intereses de la compañía de la que es consejero, a intereses personales o del grupo de empresa al que representa, gozando por ello de un crédito cada vez mayor en el consejo (los que le siguen dan por seguro que procederá en beneficio de la entidad).
Como no podía ser de otra forma Bea está informada de los avances de Juanito (a él también le llega la relajada flexibilidad que ella siente ahora), lo que hace que su interés por su ex esposo crezca en todos los sentidos, impulsándola a ofrecerle nuevos cargos y consejos, pero si de algo está seguro Juan Antonio es, que no quiere asumir ni más obligaciones, ni mayores responsabilidades.
Sigue aparcando su Mini Morris de segunda mano rojo en su espacio reservado de la compañía, pero ha adaptado su atuendo al del resto de los consejeros, ya luce bonitos trajes y corbatas a juego, se lo ha impuesto por el respeto que siente por sus compañeros.
Cuando asiste a una reunión del consejo, su llegar a casa tiene carácter de fiesta, es un liberarse de todo, a la mañana siguiente la chica que pone orden en la casa debe ir rescatando cada prenda que ha ido soltando con precipitación y quizás con algo de abandono, es como un soltar amarras.
Su vida de ordinario transcurre plácidamente sin que nada perturbe la paz y el sosiego deseado. La cuenta bancaria se ha visto alterada por los ingresos de consejero, aumentando un saldo que el quería mantener en cuantía modesta para preservar su discreta apariencia, lo asume porque desea diferenciar estos ingresos del resto, dado el placer que le produce el obtenerlos por méritos propios (el grueso de su patrimonio en valores mobiliarios operan en otra entidad bajo la supervisión de un Asesor de finanzas).
Se levanta al ser del día, todo amanece en calma, procede a un aseo meticuloso, después prepara lo necesario para ir al supermercado, lleva varias bolsas de tela con el interior impermeable, el monedero con dinero fraccionado para facilitar el cambio y un post-it recordándole las prioridades, al salir coge las gafas de sol y las llaves del coche. Cuando traspone la puerta le invade un ánimo positivo que le lleva a silbar suavemente.
Se encuentra el garaje semi obscuro, es la primera vez que esto ocurre y le resulta extraño, con la escasa iluminación de las luces de emergencia se posiciona, acciona el llavero para localizar su coche, llega hasta el, abre el maletero y cuando está introduciendo las bolsas, se produce un ruido a sus espaldas a la par de un movimiento extraño, se da la vuelta rápido y se encuentra con dos energúmenos enmascarados que sin mediar palabra le golpean sin piedad, el dolor inunda sus sentidos, siente intensas punzadas en el abdomen y las costillas, luego fuertes golpes en la cara le aplastan la nariz y le rompen las cejas y los labios, se siente repentinamente abotargado y el sabor de su propia sangre le llevan al terror, no tienen piedad alguna, le atan las manos, le sellan la boca, le ponen una capucha y lo introducen en el maletero de otro coche que arranca de inmediato, han sido escasos minutos pero le parecen una eternidad. El trayecto es relativamente corto, la conducción es de experto y la velocidad prudente, tiene el cuerpo dolorido y entumecido, la posición es forzada y siente una fuerte presión en las rodillas, la sangre aún le corre libremente por el cuello, los cortes son profundos, tiembla y se lamenta fuerte sin querer, suena un golpe seco advirtiéndole que se calle, pega un repullo de sobresalto, después sigue un silencio profundo, tan sólo le llega el ruido seco del motor, nadie habla en el coche, tiene tiriteras de miedo, sospecha que es un secuestro organizado y pide a Dios que no sea ETA.
Al rato el vehículo después de pasar sobre un pequeño escalón, frena con brusquedad, se abre el maletero, lo sujetan entre dos, lo alzan en vilo y dejan caer fuera del vehículo, lo arrastran unos veinte metros, después lo alzan por las axilas y lo introducen por un espacio estrecho, luego lo bajan por una escalera hasta un sótano que huele a cerrado y a húmedo. Allí queda abandonado dolorido y aterrado. El lugar tiene unos cuarenta metros y está totalmente vacío, después de recorrerlo se sienta en el suelo apoyándose en la pared, le duele todo el cuerpo pero especialmente la cara y las costillas, se quita como puede la capucha y se palpa suavemente el rostro, lo tiene totalmente inflamado. Consigue quitar el esparadrapo que sella su boca y le sale un quejido desgarrado al abrírseles las heridas. Cada movimiento le provoca dolor y cada brusquedad sufrimiento. Suavemente comienza, ayudándose con los dientes y aguantando el dolor, a soltar las ataduras de las manos, cuando lo consigue está extenuado. Le acometen fuertes retortijones, se empieza a lamentar con desamparo, es una nueva contrariedad, busca una de las esquinas y evacua con desesperanza. Sabe que están arriba porque les oye moverse pero no hablan, no dejan pista, es un buen síntoma, si pensaran eliminarle no se tomarían tantas precauciones, les daría igual. Empieza a pensar en positivo, ya es algo. Está agotado, sin proponérselo se queda a duermevela y finalmente entra en un sueño profundo, tiene pesadillas extrañas pero lejos de su realidad, al despertar se sobrecoge al recordarlo todo, llora desconsolado y triste. El tiempo transcurre, el olor esta viciado, le duele todo, tiene punzadas intensas en diversas zonas del cuerpo, le desespera la quietud pero teme aún más que vuelvan a por él, intenta no pensar pero se le ocurren todas las atrocidades de que puede ser objeto, se conciencia de que la inmovilidad le perjudica e intenta levantarse para andar un poco, el dolor y el entumecimiento se lo impiden, gime desesperado, se frota las manos y luego va moviendo con ellas cada una de sus articulaciones.
Mira el reloj de manecillas fosforescente han pasado ocho horas, se deja caer hacia un lado y apoya la cabeza en su brazo, el silencio y la obscuridad son como un manto que lo cubre todo llenando la estancia de malos presagios, un ruido atronador rompe de pronto la quietud, gritos y ordenes se adueñan de la parte superior, varios disparos ponen tono trágico a la situación. Se abre súbitamente la puerta del sótano y varios haces de luces entran y se posan en él, está aterrorizado y deslumbrando, no ve absolutamente nada, una voz le llama a la calma, se identifica, es la policía, le anuncia que está a salvo, él no entiende nada, - Como puede ser, se dice sorprendido. Varios agentes le sujetan con seguridad y le trasladan a la parte superior, está todo lleno de uniformes especiales, son como comandos de películas americana, un responsable se le acerca y le informa que la operación ha sido un éxito, que dos de los secuestradores están detenidos y que los otros tres están identificados y prestos a serlos igualmente, le informa además de que una ambulancia está de camino y pronto estará perfectamente asistido.
El traslado se efectúa con urgencia, una vez en el hospital es atendido con celeridad, le hacen todo tipo de pruebas, curan sus heridas, arreglan su nariz, calman sus dolores, el bienestar lo acoge y se sumerge en un largo y reparador sueño.
A la mañana siguiente es noticia de primera página en todos los diarios españoles. Todos se felicitan por la actuación policial, el Director General de la policía puntualiza que ha sido posible gracias al emisor de frecuencia vía satélite que portaba el secuestrado. Cuando Juan Antonio Álvarez escucha la noticia es el primer sorprendido, nunca le advirtió Beatriz (que por cierto aún no ha venido a visitarle) que el amuleto que le había regalado transportara un mecanismo de última generación para controlar sus pasos, al parecer un estimulador exterior lo activa marcando la posición exacta del portador, los secuestradores nunca imaginaron tal situación. Gracias al pequeño botón metálico escondido en el pintoresco amuleto que el hombre llevaba al cuello, la banda mejor organizada del Este es apresada y desarticulada (una organización delictiva con más de veinte miembros ex militares, cada cual más peligroso). La perfecta sincronización en este caso actúo en contra de ellos. El secuestro tuvo lugar a las 8,45 am, a las 10 am llaman por teléfono a la señora Toledo ofreciéndole todo tipo de detalles y estableciendo el rescate en doscientos millones de euros que subirían en cincuenta millones más cada dos horas de no recibir conformidad, a las 10,15 am ésta se pone en contacto con el Sr. Plaza Ríos, persona de su máxima confianza, a las 10,30 am la Policía es informada del secuestro y del paradero exacto del secuestrado. Desde ese momento hasta el asalto del local y la liberación, se procede a la comprobación y fiabilidad de la información (contando desde el principio con el apoyo incondicional del equipo jurídico del grupo financiero), se estudia concienzudamente el lugar, se investigan a todas las personas vinculadas con el mismo, obtienen un amplio dossier en cuya realización interviene de forma conjunta Policía y Guardia Civil, se prepara la correspondiente fuerza de asalto especializada y se procede por último, bajo la supervisión directa del Comisario jefe de Policía, a la liberación del secuestrado con una precisión y profesionalidad admirable.
Juan Antonio Álvarez después del secuestro entra en depresión, un temor enfermizo le acompaña todo el día, es incapaz de salir de casa, no quiere que nadie acceda a su vivienda. Aconsejados por el Dr. Guerado, Psiquiatra y profesor universitario, se contrata a la Psicóloga argentina, Verónica Casares, de cuarenta años, nieta de un refugiado político español, especialista en traumas por shock y que actualmente trabaja en España para alejarse de su ex pareja sentimental con la que convivió más quince años en Argentina. Ésta desde ese momento se ocupa personal, directa, en exclusiva y a tiempo completo del caso, vive en el apartamento siguiendo un riguroso proceso de recuperación del afectado.
Para evitar cualquier nuevo intento de secuestro se contrata así mismo los servicios de dos agentes femeninos de vigilancia interior (se desaconseja por el momento la intervención de hombres, para evitar suspicacias del enfermo) y cámaras externas de vigilancia.
Para Juan Antonio levantarse cada mañana representa luchar contra fantasmas, día a día va siendo más consciente de que sus miedos son infundados, que cuenta con la protección necesaria, pero es difícil superar los miedos que se encierran en las profundidades de su mente. Con paciencia asume la incorporación en su vida de las mujeres que le rodean en espacios tan reducidos. Han unidos ambas viviendas y el acceso al penthouse (clausurada la puerta al exterior) debe ser expresamente autorizado por él.
A las dos semanas comienza de nuevo con sus guisos, la abuela María se suma al cuerpo de casa, la mujer le compra todo lo necesario y le sirve de ayudante, ambos se entienden bien e intentan hacerse la vida menos penosa, consiguen una agradable camaradería. Guisan para todos, es un estímulo que la Psicóloga entiende muy positivo. La calidad de los guisos tiene encantado a un personal que cada vez es más devoto del “cautivo por sus miedos”, como él empieza a denominarse con ironía.
Transcurre el tiempo y todos parecen encantados con la situación existente. Beatriz, su ex, ya no aparece los jueves como antes, Juan Antonio piensa que por miedo a tener que explicarse y porque no es persona que le gusten los escándalos (los medios periodísticos ya han hablado en demasía del caso).
El cautivo parece haber canalizado en parte los miedos y se mueve en otros aspectos de convivencia y relación, ya son cada vez más largas y frecuentes las autorizaciones a la Psicóloga y a las dos agentes de vigilancia para que accedan al pequeño penthouse, todas ellas parecen perfectamente estudiadas para que no existan coincidencias o llamen a la atención de las otras dos ausentes, en cada caso. A los pocos días parece como si el amigo Álvarez hubiera encontrado la felicidad en esta forma de vida.
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