Me encuentro con Luís Montes, es uno de los dibujantes que me anotó Carlos Jesús Salazar, tiene prestigio y debo pasar ante él la prueba inicial de fuego, me recibe en su estudio de trabajo, un lugar reducido pero suficiente para una persona que trabaja sola. Tiene unos cincuenta años, ojos vivos, mirada perspicaz y una sonrisa girada (sin motivo aparente). Es una persona amable, pero le cuesta manifestarse y sobre todo encuadrarme en su espacio, me siento poco menos que invasor, en la medida que le explico mi proyecto y le muestro todo lo hecho hasta ahora su actitud se torna más flexible y próxima. Mis dibujos llaman su atención, me pregunta si he estudiado anatomía humana, mi gesto no puede ser más manifiesto, entonces se sorprende, le cuesta entender como consigo dar vida a determinados movimientos sin alterar las bases anatómicas (al carecer del conocimiento previo adecuado), le explico que mientras dibujo veo la figura en la posición deseada, me sonríe abiertamente, después copia en grande y con rapidez una de mis figuras en una hoja en blanco y a continuación la rellena con cada músculo, hueso, articulaciones, con ello a la vez que me explica como aprendió a componer cada figura en movimiento, me aclara su sorpresa al comprobar que yo lo consigo sin precisar los años que él tuvo que dedicarle a ello. A partir de este momento entra en confianza, me explica al detalle como se enfrenta a cada viñeta, me habla de perspectiva, de ángulos, de distancias, de como centrar la atención en un lugar determinado, se explaya y me seduce, es tan expresivo y gráfico en sus dibujos que le sobran las palabras, aprendo tanto de sus explicaciones que le pido recomponga una de mis viñetas, para saber como hacer, procede a una composición nueva que nada tiene que ver con la mía, dice lo mismo pero lo expresa con una precisión que me hace ver la propia dificultad que conlleva, éste es un trabajo técnico que requiere de muchos conocimientos, me digo, por último. Antes de marchar le expongo una nueva idea con un personaje de mujer de unas especiales características, entro en detalles y además se la dibujo, le gusta pero la idea le resulta algo explotada, me señala personajes de cómic e incluso de cine, le aclaro que ésta no tiene poderes especiales más allá de unas habilidades concretas e innatas, me aconseja que lo elabore bien. Me he pasado toda la mañana con Luís, cuando me despido no se como agradecérselo, me pide que le dedique mi primer cómic, se lo prometo con entusiasmo. Después del abrazo de despedida me suelta un - Suerte, que me llega.
He tomado tantas notas mentales que temo no poderlas guardar en la memoria mucho tiempo, tan pronto llego a la primera cafetería me entrego a una frenética toma de apuntes, quiero recordarlo todo, cada palabra, sobre todo los consejos fruto de tanta experiencia, cuando salgo me cuesta recordar si he pagado la consumición, me vuelvo desde la entrada y le pregunto al camarero quien pone un gesto de no entenderme, comprensible porque me aclara que no he tomado nada.
Almuerzo algo ligero en una cafetería que conozco, junto al bufete de papá, y llego a su despacho a la hora que hemos fijado, solo puede dedicarme treinta minutos, le explico la nueva experiencia con Montes, pongo tanto entusiasmo que su gesto es de sorpresa, le pregunto con la mirada y me aclara que si lo veo tan complicado y difícil como puedo mostrarme así, le puntualizo que quiero aprender a mejorar y que la necesidad de superarme me sirve de acicate. Me encanta estar con papá, cuando nos despedimos estoy tan sosegado que lo último que me apetece es viajar, como tengo horas de por medio, me propongo dar una vuelta.
Acabo cogiendo el metro y dirigiéndome a un lugar muy concreto, cuando estoy frente al portal cuyo número llevo grabado en la memoria, entro en reflexión, creo que hasta ahora sólo me ha guiado el instinto, doy media vuelta y desando el camino. Bajando ya las escaleras del metro me freno de nuevo, me puede una fuerza superior, me giro y entonces, la veo arriba, tiene su mirada fija en mí. Siento un pequeño sobresalto, está tan preciosa con su pelo suelto, los pantalones ajustados, su sonrisa abierta, que a pesar de que ella inicia la bajada yo subo decididamente a su encuentro. Sin mediar palabra nos abrazamos, su beso es apasionado e intenso, no tengo capacidad de resistencia, luego me dejo llevar por Jessica.